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lunes, 1 de junio de 2015

Lo de dentro (II)




“esos hombres manchados por las últimas horas
de la ocasión perdida,
me recuerdan a mí”
-       Luís G. Montero.

Te hablo de la vidas que se cruzan, de la personas que sólo pasan una vez en la vida. De esa gente que cuando la tienes al lado parece que abran la ventana de una habitación que llevaba demasiado tiempo cerrada. Y vuelve a entrar la luz y un aire nuevo que te remueve por dentro. Esas personas que llegan hoy y se van mañana pero que en ti se quedan para siempre.

Tú, con mirada escéptica, citas a Quique González y sólo me respondes que "la vida te lleva por caminos raros".
 
Te explico sobre las implicaciones místicas de todo esto, de hilos invisibles que nos mueven, de que hay algo que nos une y que no existen las casualidades. Que leas las señales, que hagas caso de tu instinto. 

Tú me dices que eso está bien para las películas pero que hace mucho que dejaste de creer en la magia y que el instinto a veces juega malas pasadas.  

Te digo que no se trata de magia que es “la ocurrencia temporal coincidente de eventos acausales”. Que mires más allá, que a veces lo más improbable ocurre y que no lo dejes escapar.

Entonces vuelves a poner esa canción que no has dejado de escuchar desde aquel día y me dices que a pesar de lo que diga Jung, es el azar el que hace y deshace, que no hay señales, que nada está predestinado. Pero que eso no te importa. Que tú siempre lo vas a poder encontrar en la poesía.


2 comentarios:

  1. Son dos formas de contemplar el mundo y la realidad. Una mágica, jungiana, mistérica y otra más lógica y que no halla concatenaciones causales en los encuentros entre personas.

    Te explicaré una cosa. Hace muchos años yo tuve una relación con una muchacha italiana en Sumatra durante un verano. Tuvo su lado bueno y su lado malo. Muy compleja. Al cabo de diez días se fue y voló a Singapur. Pensé que no la vería más. Seguí el viaje por Sumatra con un amigo pero yo deseaba volverla a ver, así que tomé al cabo de cuatro o cinco días un pasaje para Singapur. Es una ciudad estado de más de dos millones de personas. Más grande tal vez que Barcelona y es un centro de paso mundial que tiene centenares de pensiones y alojamientos por no decir miles. Yo no tenía ni idea dónde podía estar ella. No habíamos hablado de ello, pues mi presencia allí era fortuita. Pensé que podría verla por la calle pero era cuestión de azar. Tomé una habitación y pedí la guía de alojamientos en Singapur. Era interminable, imposible de abarcar. Ya te digo que alojamientos baratos había varios centenares. Salí a comer, di una vuelta y me dije que era imposible encontrarla. Había tomado nota de una decena de pensiones. Por puro azar en una calle me di cuenta de que allí había una de esas pensiones en un piso octavo. Subí por hacer algo. Al que atendía le pregunté si allí estaba Fiorella Negro que era el nombre de la chica misteriosa. ¿Te lo quieres creer? Estaba allí. La había encontrado a la primera. Me quedé maravillado, estupefacto. La esperé y nos encontramos esta vez muy bien, pasamos tres días juntos y luego ella volvió a Roma. ¿Qué explicacion tiene esto? Yo no se la he encontrado todavía. Hace muchos años que no sé de ella. Es una cosa del pasado. Pero que aún me llena de admiración. Era absolutamente imposible.

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  2. Una historia de película José Luís. Y es que a veces pasan ese tipo de cosas que parecen imposibles.
    He leído bastante a Jung y todo el tema de la sincronicidad, es algo que me atrae aunque a veces me supere. Supongo que me gusta pensar que puedo encontrar señales, o algo que me guie y me ayude a saber el porqué de las cosas que ocurren. O intentar descifrar mi voluntad inconsciente. Para caminar un poco más segura y saber que tomo la decisión acertada. Esa necesidad de que algo nos salve de la incertidumbre. Pero bueno, al final, la vida tiene ese punto de misterio y hay demasiadas variables que se nos escapan. Así que una nunca sabe...

    Es un placer leerte siempre, un abrazo.

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