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miércoles, 15 de abril de 2015

Una voz que nos despierta




Cuando era adolescente me gustaba escuchar a José Luis Sampedro, me ponía sus entrevistas y me podía pasar las horas muertas escuchándolo, aún de vez en cuando lo hago. Él me daba otra visión del mundo, hablaba con humildad de cosas de las que nadie hablaba y con una lucidez que me asombraba.
Nada es sencillo. Todos tenemos que vivir con nuestras contradicciones, recorrer las secretas galerías de nosotros mismos, como él decía, de manera incansable, para entendernos mejor, para poder ahuyentar los fantasmas en las noches difíciles, para poder mirarnos al espejo sin ser demasiado duros con nosotros. Sampedro sabía esto y sabía mucho más, él me devolvía el optimismo en una época en la que me costaba encontrar claridad. Porque su voz era una voz que nada pretendía, limpia, que casi a sus noventa años de entonces, sonaba tan potente que aún hoy la sigo oyendo.  Era la voz de alguien que había vivido mucho, demasiado si se piensa en todos los acontecimientos históricos que ocurrieron mientras duró su vida. Había vivido mucho y había logrado comprender, algo, de lo absurda, cruel y bella que puede ser la vida. Por eso él miraba de otra forma la realidad y ya no tenía prisa por llegar a ningún lado.   
Quizá sea esa una buena manera de acabar nuestros días, quizá nuestra máxima aspiración debiera ser llegar a la madurez con la serenidad de quien ha comprendido, despojados de esa ansiedad vital, de esa enajenación mental en la que parece que andamos siempre inmersos. Quizá esa sea la máxima felicidad a la que podemos aspirar.

Una voz lucida que nos despierta, que da respuestas a preguntas que nunca nos habíamos hecho, que nos conecta de nuevo con nosotros o que nos hace sentir que no estamos tan solos ni tan locos. Voces que nos sacan los colores cuando nos explican la otra versión de la Historia. Voces que dan voz a aquellos que son silenciados. ¡Qué necesarias son las voces como la de José Luis Sampedro! ¡Cómo se ilumina el alma cuando se escucha a alguien que destila verdad! Y qué difícil de asumir cuando estas voces se apagan. Que, como el niño que aprende andar, tendremos que caminar con alguien menos que nos coja de la mano o que nos recuerde que el camino correcto no es siempre el más concurrido. Nos soltó de la mano Saramago, nos dejó a solas con nuestra torpeza José Luis Sampedro y lo hizo también Eduardo Galeano que como tantos otros, hoy se fue con su voz a otro lugar dejándonos un poco más desamparados.
Una necesita buscar esas voces entre tanto ruido, rescatar un pedazo de verdad y de poesía entre la maraña diaria. Una necesita escuchar a aquellos que ven la realidad desde otra perspectiva, con una mirada más serena y más justa. Una necesita a aquella gente que decía Pérez Reverte: “de dormir inquieto, peligrosa y viva”. Para seguir aprendiendo, para seguir haciéndome preguntas y para tratar de encontrar alguna certeza que me salve del vértigo.

3 comentarios:

  1. La realidad es, Mari Carmen, que estamos solos a pesar de que haya voces que nos resulten cálidas y cercanas. El aprendizaje de la vida estimo que consiste en ir acostumbrándote a esa soledad. Mi verdadero acercamiento a Sampedro fue por la lectura de dos obras que he leído en los últimos años, El río que nos lleva y La sonrisa etrusca. Especialmente la primera me hizo conocer a un buen narrador con alma. Sin embargo, cuando le oí en la radio en los últimos tiempos comentando la crisis económica a sus noventa y tantos años tuve la impresión de que no sabía muy bien de qué hablaba, como si yo hablara de la educación en las aulas treinta años después de retirarme. Solo había ideas simples, principios generales, nada realmente útil, como la charla de un jubilado con buenas ideas pero poco eficaz para el territorio de fieras que es la economía mundial. Como si alguien quisiera enfrentarse con un tirachinas a un ejército con drones y rayos láser. Realmente muy tierno pero nada real.

    Entiendo que las figuras públicas con alma como Saramago, como Benedetti, como Sampedro, como tal vez Galeano, despiertan en nosotros un hálito de limpieza moral.

    Últimamente leo a Pessoa, su Libro del desasosiego y lo compatibilizo con la biografía de Valle Inclán que acaban de publicar, La espada y la palabra, de Manuel Alberca.

    Hay breves y ocasionales hitos de referencia. Las figuras consoladoras son buenas pero cuando son demasiado confortables hay que buscar otros horizontes.

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  2. Bueno José Luís, creo que ninguno de los que se han pasado horas y años hablando de la crisis y augurando lo que iba pasar, sabía demasiado. No hablaba realmente de la capacidad de Sampedro o de Galeano de dar soluciones a los problemas sociales. Hablaba más bien de lo que transmitían como seres humanos, de su capacidad, que creo que la tenían, de hacer que nos replanteáramos nuestra manera de estar el mundo para que como decía en una canción de Silvio, "Ser un tilín mejores y mucho menos egoístas". Quizá sea mejorando cada uno individualmente que podamos mejorar la sociedad.

    Hablaba también esa gente, que no tienen por qué ser personajes públicos, que nos despiertan, que son estimulantes, que nos mantienen en un diálogo contaste con nosotros, que nos dan otra perspectiva de las cosas. Esa gente como tú José Luis, que me da una mirada distinta, que conmueve, que hace preguntas, que explora otros caminos... es la que me gusta, la que me llega, la que me despierta.

    Un saludo y gracias.

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  3. Interesante conversación, mis saludos a ambos desde la Republica Dominicana.

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